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Los leucocitos o Glóbulos blancos

Los leucocitos o Glóbulos blancos

Los leucocitos o glóbulos blancos son pequeñísimos comparados con los glóbulos rojos. Si tomamos una gota de sangre de un individuo sano encontraremos de cuatro a cinco millones de glóbulos rojos. Pero solamente unos ocho mil leucocitos. En caso de enfermedades estos últimos aumentan considerablemente, quizá cinco o diez veces.

Mientras los glóbulos rojos presentan todo un aspecto uniforme, los glóbulos blancos varían de unos a otros. Se distinguen cinco variedades diferentes cada una con forma, tamaño y propiedades distintas. Bajo el microscopio se les ve trasladarse de un lugar a otro y hasta deformarse para atravesar lugares estrechos o para rodear algún microbio.

La utilidad de los glóbulos blancos es que recogen microbios o polvillos de cualquier materia extraña a la sangre y proceden a comérselos como un alimento. Pero aún hay más, estudiados en el microscopio los vasos sanguíneos de un tejido vivo se puede ver que los leucocitos tienen un camino de paso a través de las paredes de dichos vasos y que circulan por los tejidos del cuerpo en todas direcciones.

Como actúan ante una herida los leucocitos o glóbulos blancos

Cuando ocurre una herida, los glóbulos blancos se abren inmediatamente camino por los vasos sanguíneos próximos a la herida en cantidades de miles y luego se reúnen otros muchos alrededor de la parte herida. Si la herida es de importancia todo el cuerpo parece darse cuenta de ello y los diferentes órganos engendradores de glóbulos blancos emprenden un trabajo con extraordinaria y admirable actividad.

Otra cosa que nos enseña la historia de los glóbulos blancos es la admirable unidad del cuerpo. Al mas insignificante daño parece que todo el cuerpo se entera de ello inmediatamente. El bazo, las pequeñas glándulas colocadas bajo la piel del cuello, en los sobacos y en la medula ósea son avisados de lo ocurrido por mensajeros químicos y todos empiezan a producir millones de leucocitos.